Corrímos raudos por los caminos que el destino dictaba, pero nuestras voluntades eran puras. Los ojos de la sacerdotisa brillaron con un destello único. Todos los alli presentes q el momento estaba en el camino, ante nosotros, y fresco como una rosa recien cortada.
La palabras de la diosa nos animaron, nuestras almas se inflamaron de pasión y entonces supimos que el miedo nacia de nuestra ilusion. Y por todo ello supimos q nuestra cusa era justa, no como el loco demente que cree en su egolatría sino por las pasiones del alma.
jueves, 15 de noviembre de 2007
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